MARCAS, UN POCO DE HISTORIA
Espinillo
En un país ganadero como el Uruguay la práctica de marcar los ganados puede resultar para muchos un hábito necesario. Para nuestra gente de campo la marcación o yerra de los ganados pasa a ser una tarea ritual que se cumple uniendo al trabajo algunas de nuestras más preciadas tradiciones rurales. Como tal se vuelve una fiesta. Una fiesta esperada donde los menguantes de los meses sin r convocan a las paisanadas a esa tarea ancestral, tradicional y bárbara, como le gusta decir a mucha gente de la capital.
La práctica de marcar los ganados es tan antigua como la existencia de los primeros animales pastoreados. Fue necesario entonces individualizar de alguna forma la propiedad de los rebaños iniciales, primera riqueza pecuaria. Con ello se evitarían confusiones, litigios, abigeato u otras formas de dolo. Las muescas en las cornamentas y los cortes en las orejas parecen haber sido el principio. Luego se recurre a provocar lesiones en el cuero o epidermis del animal con cuchillo o hierro candente dándole formas determinadas e iguales en los que son de una misma propiedad. Nacen así las marcas y señales que serán el origen de las que hoy conocemos.
Las prácticas y los primitivos hierros llegan a América junto con los caballos y los ganados de la conquista.
En el área ganadera regional, a la que nosotros pertenecemos - Gobernación del Paraguay y del Río de la Plata - ya en 1568 se encontraban registrados dibujos de marcas de hierro para ganado ante el Cabildo de Asunción. El escribano examinaba el hierro que le era presentado y si no recordaba que hubiese otro similar que pudiese confundirse, procedía a dibujarlo al margen del legajo registrando así la marca, previo pago de 2 varas de lienzo, que a falta de moneda era el elemento de trueque en Asunción.
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Cuando los asunceños bajan por el Paraguay y el Paraná a fundar
Santa Fe, en 1573, traen ganados y caballadas marcados. Y se deduce por lo que
dicen las primeras Actas de dicho cabildo que también trajeron los hierros.
La práctica de registro se vuelve a producir , ahora, ante esa autoridad
administrativa y así también lo será en las de las nuevas
poblaciones de San Juan de Vera de las Siete Corrientes o ante la refundada
Nuestra Señora de los Buenos Aires. Como se puede deducir no se lleva
un registro ordenado de las marcas, ni tampoco un libro dedicado a ello, sino
que impera la memoria de los escribanos y la mejor memoria y celo de los vecinos.
Cuando Hernandarias realiza las dos introducciones de ganados en la Banda Oriental (1611 y 1617) lo hace con ganados provenientes de las estancias de Santa Fe y consigna que son sus propietarios Melchor Maciel, Blas de Mora y el propio Hernando Arias de Saavedra. Todos con marcas registradas ante ese Cabildo. Reclamos posteriores del propio Hernandarias sobre la titularidad de los ganados en la B.O. nos hacen pensar que el ganado introducido debería estar marcado, sino ¿como justificar en sus reclamos la propiedad del mismo?
Cuando el proceso fundacional de Montevideo se reparten solares en la novel ciudad, chácaras en la costa del Miguelete y las estancias fuera de los Propios de la ciudad. La autoridad recomienda el uso de las marcas de hierro para identificar los ganados y evitar así problemas con los vecinos y con los accioneros y changadores cazadores de vacunos. Aparecen entonces las dos primeras marcas que se registran en Montevideo. En 1728 Antonio Figueredo registrará la primera cuyo dibujo vemos en la figura Nº1 y posteriormente José Medina, en 1730, registrará la que vemos en la figura Nº2. A partir de allí y durante todo el período colonial se irán registrando marcas cuyos dibujos responden al capricho y la invención de los titulares o de los artesanos herreros que las fabricaban, cosa que hacía muy difícil su ordenamiento y clasificación. Pero esto será otra historia...