Una cerrazón
helada
lenta empieza a levantarse
y en el cielo al despejarse
cenicientas pinceladas.
la arboleda está rodeada
por una densa humareda
y como rojiza esfera
que va asomando una orilla
corona el sol la cuchilla
y baña en luz la pradera.
En la verde
rinconada
donde va a empezar la yerra
hay un balerío que aterra
de la hacienda amontonada.
a una cuadra aproximada
hay un gran fogón prendido
con los tres fierros metidos
que es la marca de la casa
confundidos con las brasas
de los talas encendidos.
Allí
está como ciñuelo
de la gente comedida
la carreta desuñida
con el pértigo en el suelo.
al rodeo sin recelo
entran los enlazadores
en pingos escarciadores
que al ver revolear los lazos
se balancean al paso
como pisando entre flores
Uno se viene
sacando
un pampa negro machazo
se alza sentao en el lazo
la lengua afuera y balando.
los pialadores formando
dos filas a su costado
revolean entusiasmados
dándose tiempo y lugar,
siempre el que sabe pialar
es el menos apurado
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Con dos rollos
un volcao
se le cierra en las dos manos
y a su culero el paisano
la cimbra´el lazo ha llevao.
se empina el mamón pialao
ante el tirón que lo humilla,
duebla dispués la rodilla,
muestra la barriga blanca
y chicotea con el anca
sobre la verde gramilla.
Brota el
humo en nube espeza
sobre del cuadríl quemado
y brama el toro apretado
en su indómita fiereza.
allí se ve con destreza
muy común en nuestros criollos
cuerpiar sin capa ni embrollo
a un toro en ágil gambeta
y por sobre la paleta
pialar con tuitos los rollos.
Se derrocha
precauciones
hay peligro en rededor
y salta el enlazador
las rondas y los tirones.
en distintas direcciones
pasan gauchos y terneros
y en el confuso entrevero
al impulso de los brazos
van culebreando los lazos
sobre el trébol del sendero.
Lentos zumbidos
de armadas,
ruidos secos de caronas,
triste crujir de lloronas,
balar de reces quemadas.
y la porfía de la perrada
con los toros de la sierra,
ruido de casco en la tierra
que repercute el zanjón,
y guitarra y acordeón
al terminarse la yerra.
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