RIESGO
La mejor manera
de explicar lo que está pasando es hacer una distinción entre
dos tipos de riesgo. A uno lo lamaré riesgo externo. El riesgo externo
es el riesgo que se experimenta como viniendo del exterior, de las sujeciones
de la tradición o de la naturaleza. quiero distinguir éste del
riesgo manufacturado, con lo que aludo al riesgo creado por el impacto mismo
de nuestro conocimiento creciente sobre el mundo. El riesgo manufacturado se
refiere a situaciones que tenemos muy poca experiencia histórica en afrontar.
La mayoría de los riesgos medioambientales, como los vinculados al calentamiento
global, entran en esta categoría. Están directamente influidos
por la globalización galopante.
La mejor manera en la que puedo clarificar la distinción entre ambas
clases de riesgo es la siguiente: puede decirse que en toda cultura tradicional,
y en la sociedad industrial hasta el umbral del día de hoy, los seres
humanos están preocupados por los riesgos que venían de la naturaleza
externa - malas cosechas, inundaciones, plagas o hambrunas -. En un momento
dado, sin embargo - y muy recientemente en términos históricos
-, empezamos a preocuparnos menos sobre lo que la naturaleza puede hacernos
y más sobre lo que hemos hecho a la naturaleza. Esto marca la transición
del predominio del riesgo externo al del riesgo manufacturado.
El riesgo manufacturado no concierne sólo a la naturaleza. Penetra también
en otras áreas de la vida.
Intentaré acercarme a algunas conclusiones y al mismo tiempo tratar de
asegurar que mis razonamientos son claros. Nuestra era no es más peligrosa
-ni más arriesgada- que la de generaciones anteriores, pero el balance
de riesgos y peligros ha cambiado. Vivimos en un mundo donde los peligros creados
por nosotros mismos son tan amenazadores, o más, que los que proceden
del exterior. Algunos de ellos son verdaderamente catastróficos, como
el riesgo ecológico mundial, la proliferación nuclear o el colapso
de la economía mundial. Otros nos afectan como individuos mucho más
directamente.
Unos tiempos como los nuestros engendrarán inevitablemente movimientos
religiosos renovadores y diversas filosofías New Age, que se oponen a
la actitud científica. Algunos pensadores ecologistas se han vuelto hostiles
a la ciencia, e incluso al pensamiento racional en general, debido a los riesgos
ecológicos. Esta actitud no tiene mucho sentido. Sin el análisis
científico ni siquiera conoceríamos estos riesgos. Nuestra relación
con la ciencia, sin embargo, no será la misma que en épocas anteriores.
No tenemos actualmente las instituciones que nos permitan controlar el cambio
tecnológico, a nivel nacional o mundial. La debacle de la Vaca Loca en
Gran Bretaña y otros lugares podría haberse evitado si se hubiera
establecido un diálogo público sobre el cambio tecnológico
y sus consecuencias problemáticas. Más medios públicos
para abordar la ciencia y la tecnología no acabarían con el dilema
entre alarmismo y encubrimiento, pero nos permitirían reducir algunos
de sus efectos más perniciosos.
Finalmente, no puede ni considerarse la posibilidad de tomar una actitud meramente
negativa hacia el riesgo: éste tiene que ser siempre dominado, pero la
adopción activa de riesgos es elemento esencial de una economía
dinámica y de una sociedad innovadora. Vivir en una era global significa
manejar una variedad de nuevas situaciones de esta índole. Puede que
muchas veces tengamos que ser más audaces que cautelosos en apoyar la
innovación científica u otras formas de cambio. Después
de todo, una raíz de la palabra riesgo en el original portugués
significa atreverse
Tomado
de "Un mundo desbocado". Anthony Giddens.